PORTOLBLO

La artista y fotógrafa Sandra Eleta tendría cinco años cuando la llevaron por primera vez a Portobelo, ubicado a hora y media de la ciudad de Panamá. “Mi mamá” me vestía con lazos y encajes para ir con mi papá a visitar al embajador de España. Nunca pisamos la embajada, sino que íbamos a Portobelo a visitar a un hombre que se llamaba D’Orcy. Era un negro altísimo con una barba blanca. Le había salvado la vida a mi abuelo‚ Oriundo de las Antillas francesas, D’Orcy sentaba a la pequeña Sandra en su regazo y le cantaba canciones francesas, balanceándose en su mecedora frente al mar. Al principio, le tenía miedo y fascinación. Luego se encariñó con el y con todo ese ambiente. Mucho después, a principios de los años 70 ‚ “después de que concluyó sus estudios en Nueva York y residió con parientes en Madrid‚ “sintió un fuerte deseo de regresar a Portobelo y a aquellos mágicos recuerdos de infancia. Cuando llegó a la casa de D’Orcy, estaba trancada. Los vecinos le informaron que había muerto la semana anterior y que le había legado la casa a su padre. Sandra decidió instalarse allí. Cuarenta años después, la vieja casa de madera sigue siendo su hogar, y tanto su vida como su arte están íntimamente ligados a la gente de Portobelo.