COLECCIONES

 

Se podría decir que, en este ensayo, mi vida y la fotografía se conjugaron. Cuando llegué a Portobelo en los años 70, empecé fotografiando a las personas que resonaban más cerca de mí. Para profundizar en sus almas, me acercaba a ellas hasta lograr que sus presencias, sus auras se dejasen posar en mi lente. Como en una invitación a la danza, nos encontramos en un mismo ritmo, una misma frecuencia. Así fueron apareciendo los protagonistas de esta historia. Josefa, la curandera; Palanca, el que silo encontraba consolación en los brazos de Ventura, su abuela; el claroscuro de Putulungo, el pulpero; Dulce, la niña con la fuerza y sabiduría de sus ancestros cimarrones; Catalina, la Reina de los Congos… Se podría decir también que, en este ensayo, nació mi identidad fotográfica y que, sin darme cuenta, al confrontarme con mis imágenes me encontré conmigo misma, como nunca, con una mirada renovada.